Se ha dicho a menudo que Jesús propagó el Reino de Dios. Al hacerlo, quería reunir a las personas que practican la caridad.
Algunos obispos se han dado cuenta durante los debates sinodales de que declarar textos lo que han hecho hasta ahora no es todavía practicar la caridad. Piensan que pueden acercarse más al objetivo pretendido por Jesús uniéndose a los creyentes que ya se preocupan por el prójimo y se dedican a la ayuda no remunerada a los necesitados. Algunos intentan poner en marcha un centro regional de ayuda humanitaria. En pie de igualdad con abogados pro bono, contables y otros hombres y mujeres expertos, reflejan la imagen del Buen Samaritano.
Para llevar la caridad al ámbito local en un círculo limitado, necesitan el compromiso de algunos hombres y mujeres dispuestos a ser consejeros voluntarios para recibir uno a uno a los participantes en este plan.
Esos asesores escuchan las historias de sus invitados sobre cuidados informales y otras ayudas no remuneradas. Comparten sus preocupaciones y, en la medida de lo posible, las transmiten.
El obispo o uno de los suyos, como supervisor, comprueba periódicamente cómo funciona el plan y si las experiencias pueden aprovecharse en otros lugares.
Los participantes son conscientes de estar en sintonía con el deseo tantas veces expresado por el Papa Francisco de que la Iglesia busque oportunidades para dar a los seguidores de Jesús un papel destacado sobre el terreno.
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